Todos tenemos una llama gemela, esa alma que complementa la nuestra; esa que nos ayuda a completarnos... a encontrarnos. Pero no es todo un cuento de hadas, estas son conexiones kármicas que vienen a enseñarte de la vida, ha devolverte todo el bien o el mal que hiciste.
Es una conexión tan dramática y energéticamente fuerte que te destruye en pedazos para volver a reconstruirte pieza por pieza, y todo su trabajo lo hace a través de dolor, tristeza, felicidad, nostalgia, enojo, decepción, sufrimiento, amor... y un sin fin de emociones que solo vienen a ayudarte a encontrar tu más auténtico ser.
Y el destino es tan jodidamente extraño e increíble que hace que esas almas siempre estén presentes en la vida de la otra; a veces muy de lleno y otras veces de una manera demasiado sutil, pero siempre están ahí. Siempre saben de la existencia de la otra, aunque no sepan quienes son realmente, pero de una forma u otra siempre están presentes. Aunque hay veces que no cruzan palabra alguna hasta que no llega el momento adecuando, como también hay veces que cruzan miradas intensas y magnéticas que las hacen sentirse atraídas de una manera inexplicable, pero nunca se acercarán a la otra hasta que el destino así lo quiera.
Y eso es exactamente lo que sucede con Billie y Vienna, dos jóvenes brujas... entre otras cosas, que pertenecen a aquelarres completamente contrarios, pero ya les dije que el destino siempre tiene sus planes...