La historia podría ser de una artista, de una hechicera, de alguien que volvió a la vida, de una rebelión, de un gran amor, o de una pesada tragedia...
-Desempleada. -sentencié, con la barbilla y los brazos apoyados en la mesa del café.
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Por ahí del tercer o cuarto piso, venia subiendo un chico, vestido de negro con una mochila de esas que usan los deportistas, y bueno, se le notaba que venía de algún gimnasio. La gente así me causaba cierta admiración, seguro tenía el refrigerador lleno, el departamento -porque si vivíamos en el mismo edificio, vivía en un departamento- limpio, un horario de trabajo estable... Es más, capaz tenía su propia empresa.
-¿Sucede algo? -habló, y vaya voz. Definitivamente tenía su propia empresa. Y una planta, seguro también tenía una planta frondosa en la entrada.
-¿Qué? Si... No, ¡No! No. -balbuceé. Lo pasé de largo antes de que me pudiera contestar, más que nada porque esperaba que no dijera otra cosa.
*Historia ganadora de los WOWAwards 2017*
-¿Has infringido alguna norma desde que trabajas aquí? - preguntó él, deteniendo mi plan de huida.
-No.
-¿Por qué no? -rio, mostrando aquellos dientes tan blancos y tan perfectos.
-Porque no.
Narciso se levantó, rodeó su escritorio teñido de blanco y reposó su trasero sobre él, con una pierna sobre la otra, mirándome como si fuera algo insignificante a través de aquel par de ojos azules.
-Infringe una. Ahora.
-¿Por qué iba a hacer eso? -me alarmé, aunque sopesaba ideas.
-Porque quieres hacerlo.
-¿El qué?
Sonrió y supe que era la sonrisa más bonita del mundo, tal vez porque él quería que así fuera.
-Bésame.
Narciso, el hombre más arrogante y ególatra que había conocido, me acababa de decir que le besara.
Allí, en aquel preciso instante.
-Besa a tu jefe y rompe las normas.