Desde que tengo memoria, bailar ha sido mi hogar. Comencé por ballet, más tarde bachata, salsa, chachachá merengue, danzón, flamenco, wow, aquí amamos el flamenco, bueno... y en todo España.
Recuerdo bailes escolares, fiestas familiares, concursos de baile, mi madre tocando el piano para mí, para verme dar saltos creyéndome bailarina a los 4 años, tardes de diversión con Grace, mi mejor amiga, todos esos momentos en dónde pude sentirme la estrella más grande del cielo azul, la ola más alta del mar, la colina más verde y floreada del paisaje.
Bailar siempre me hizo feliz y se lo debo en gran parte a mi padre, quien me enseñó a amar el baile y apasionarme en la vida tal como en el baile. Pero aún estoy descubriendo como demostrar frente a todos, esas cosas que amo hacer, sin penas, preocupaciones o inseguridades. Supongo que es algo común, pero me sigue asustando.
Desde que la conocí no deje de pensar en ella, en su esencia tan sencilla y humilde. No se cuanto tiempo tarde para darme cuenta que esa bailarina se había llevado todo mi ser.