Jordan:
Amo a una persona, más que a mi larga existencia, y aunque está a mi lado, a tan solo centímetros de mi mano, un abismo, o mas bien dicho el cielo, se nos interpone. ¿Sabes lo qué es tenerla a tu lado y no poder saludarla, besar su mejilla, darle un abrazo o limpiar sus lágrimas y su sangre? Pues es el mismísimo infierno. Mi alma llora al ver sus cicatrices, al ver sus lágrimas, al ver sus caídas, al ver sus tristezas. Mi alma se contenta al ver sus mejillas sonrojadas, al ver su exquisita sonrisa, al escuchar su voz exquisita en una risa llenando el vacío. Mi alma se contenta con tenerla a mi lado, pero a la vez tan lejana.
La amo, y eso ni el cielo ni el infierno lo impedirán.
Mi Ángel.
Ángel:
Lo perdí todo, los perdí a todos, mis cicatrices son testigos de ello. Mi vida es una perfecta actuación, sonríe, habla, saluda, di que estás bien, anda a casa, camina con la cabeza en alto. Pero ¿y por dentro? lágrimas, un triste adiós, un todo está mal, solo mira el suelo, déjate caer en la cama y olvídate de todo. La vida es una noche oscura, pero últimamente, mi noche se llena de pequeñas pero brillantes estrellas. ¿Llegará el día en que alguien vendrá a iluminar esta noche eterna? Por lo menos tengo la fe en alguien a quien le importo y siempre está a mi lado.
Mi ángel.
Esta es una historia de pérdida y dolor, de lágrimas y sangre. Pero también de fe, esperanza y cambio. De amor y cariño, de abrazos y besos. De cielos e infiernos.
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