Tras la última batalla la templanza de Charlie ha sufrido algunas fisuras. Cuando creía que podría mantener su parte demoníaca el mayor tiempo posible ajena de sus metas, Alastor se percata de lo interesante que resulta la princesa cuando deja su efusividad e inocencia a un lado. Quizá si su interés en ella no empezara a ser tan insufrible no habría sacado sus hilos invisibles para ese pequeño espectáculo en el que creía que podría tenerla solo para él.