Desde que Ayanokouji Kiyotaka era niño, jugaba mucho al ajedrez. Desde grandes maestros hasta programas, los venció a todos una y otra vez. No había ninguna persona o programa en la Sala Blanca ni en ningún otro lugar que pudiera compararse con él. Entonces, un día, cuando una vez más venció a todos los oponentes que le fueron asignados, comenzó a preguntarse... ¿Cómo se sentiría jugar ajedrez con piezas que tuvieran sus propios pensamientos y sentimientos? ¿Cómo cambiarían las reglas si jugara con piezas humanas reales en lugar de piezas de madera? Una partida de Ajedrez Viviente, donde cada pieza tiene su lugar.
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