Él está muerto, no lo puedo creer. Mis ojos se llenan de lágrimas al ver su cuerpo inerte. El dolor y la desesperación me embargan, sintiendo un nudo en la garganta que me impide respirar con normalidad. "No, no puede ser", susurro con la voz quebrada por la angustia. Me arrodillo junto a él recordando cada momento compartido, cada risa, cada confidencia. Ahora todo se desvanece en un instante. La culpa me abruma, preguntándome una y otra vez si podría haber hecho algo para evitar esta tragedia. Los recuerdos se agolpan en mi mente, recordándome cada detalle de aquella fatídica noche. El peso de la culpa me aplasta, mientras me aferro a su cuerpo, deseando con todas mis fuerzas que todo sea una pesadilla de la que pueda despertar.