En la oscuridad de una noche de abril, me encontré sumergida en un caos tanto físico como emocional, desencadenado por la persona en quien había depositado mi confianza y amor. El odio y el rencor se apoderaron de mi corazón mientras enfrentaba la cruda realidad de su traición y abandono. Cada recuerdo compartido se convirtió en un tormento, cada gesto de cariño en una puñalada en el alma. Los paseos bajo la lluvia se transformaron en lágrimas de dolor, las cartas de amor se tornaron en amargas palabras de despedida, y los momentos de complicidad se convirtieron en silencios incómodos llenos de vacío. Incluso las sonrisas compartidas ahora parecían ser recordatorios de un pasado que ya no existía, dejando cicatrices invisibles en el tejido de mi ser.