Desde joven, siempre me sentí fuera de lugar. Nunca fui la chica linda, ni mucho menos la que todos anhelaban tener cerca. Mi única fortuna radicaba en ser la hija de un magnate millonario. Sin embargo, al cumplir los 25, decidí romper las cadenas que me ataban a ese mundo de superficialidad y apariencias. Cambié mi nombre, corté los lazos con mi familia y me adentré en un nuevo camino en busca de mi verdadero yo. Fue entonces cuando encontré mi primer amor, un amor tumultuoso que arrasó con mi corazón y mi cordura. Decidí escapar de todo, embarcándome en un viaje sin rumbo fijo que duraría un año. En ese momento, me topé con un objeto misterioso, imbuido de un poder sobrenatural que ofrecía la promesa de la belleza suprema, la capacidad de manipular la realidad y la habilidad de desentrañar los deseos más oscuros de quienes me rodeaban. Al principio, sucumbí sin titubear a las tentaciones que aquel artefacto ofrecía. ¿Qué importaba el precio a pagar por cumplir mis más profundos deseos? Hasta que lo conocí a él. En ese momento, comprendí que hay fuerzas en este mundo que es mejor no desafiar.