En tiempos remotos, el Elfo Guardián de la Piedra de los Cuatro Elementos fue traspasado por los colmillos de las sombras. Pero, antes de que aquella traición lo devorase, proclamó un edicto sagrado en preservación de la supervivencia de las razas. Tras la destrucción de la Piedra, el hijo del Guardián, proclamado: Señor de los Elfos de Luz, guardó con devoción el elemento Aire. El elemento Tierra hizo fructificar los valles del oeste. El elemento Fuego se convirtió en un bello don para los hombres mortales, un símbolo de imperecedera amistad. Fatalmente, el Elfo Oscuro hurtó el elemento Agua: amparado por las tinieblas, logró mutar los océanos y los ríos en descomunales témpanos. Y su codicia se acrecentó al igual que sus tropas de guerreros malditos. En los tenebrosos tiempos en que transcurre esta historia, los elfos crueles se despliegan comandando ejércitos de divinidades transfiguradas. Empeñados en reunir las piedras del poder y en derrocar al Rey de los Elfos de Luz, devastan territorios aliados, corrompen corazones puros y saquean ciudades enteras
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