Lo que me habían pedido mis amigos había sido descabellado, ¿o no? Además tendría mi recompensa, esa que había buscado por mucho tiempo... pero, ¿podría realmente hacerlo? ¿Era yo el tipo de persona capaz de cambiar a un cerebrito en un tío bueno? ¿Sería capaz de enseñarle todo lo que sé de sexo? La respuesta era simple, clara y rotunda. Por supuesto.
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