Volver a la Fórmula 1 nunca estuvo en sus planes. Despreciaba ese lugar con cada fibra de su ser y se había jurado no regresar jamás. Durante ocho años, mantuvo su promesa, evitando cualquier contacto y así mismo, la razón por la que se había ido en primer lugar. Sin embargo, una noche fatídica, una llamada inesperada de uno de sus antiguos jefes lo puso todo en duda. Entre el alcohol y la pérdida de conciencia, terminó aceptando un trato que jamás debió haber sido considerado. Aquella maldita noche firmó su sentencia y tendría que enfrentarse a su mayor miedo: su pasado. Y todo por el capricho de los claros irises del joven piloto que ahora mismo le sonreía a unos metros de distancia.