En el segundo semestre de la preparatoria, un joven de carácter reservado pero alegre destacaba por su encanto y buen humor. Aunque tímido, su espíritu vivaz lo hacía querido por sus compañeros. Sin embargo, había una presencia enigmática que capturaba su atención: una niña tímida que nunca hablaba y siempre llevaba un cubrebocas, creando un aire de misterio a su alrededor.
Día tras día, el joven la observaba, fascinado por su silencio y la barrera física que la separaba del resto. Sus ojos, la única parte visible de su rostro, reflejaban una serenidad y profundidad que lo atraían irresistiblemente. Sentía una conexión inexplicable cada vez que ella alzaba la mirada, como si compartieran un vínculo silencioso.
A medida que pasaban las semanas, sus sentimientos crecían. No era solo curiosidad, sino una atracción profunda y un deseo de conocerla más allá de su exterior reservado. Aunque su timidez a menudo lo contenía, la urgencia de entenderla lo impulsaba a acercarse, buscando romper las barreras que los separaban.
Así, en medio de risas y silencios, se desarrollaba una historia de amor silenciosa pero intensa. Un joven tímido y alegre, y una niña envuelta en misterio, encontraban en sus diferencias una conexión profunda, demostrando que a veces, las palabras son innecesarias cuando los corazones ya se entienden.
𝗗𝗼𝗻𝗱 𝗲 Nari está cansada de una vida vacía, sin emoción ni propósito. Sin familia, amigos o metas que la motiven, deciden unirse al Juego del Calamar buscando algo que rompa con su monotonía.
𝗢 𝗱𝗼𝗻𝗱𝗲 Nari recibe la misteriosa invitación al Juego del Calamar, acepta sin dudarlo, ignorando los riesgos. Lo que no imagina es que, en medio de esos juegos clandestinos, encontrará un nuevo significado para la felicidad.
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