Sólo entonces lo ve (ahora está seguro de que se trata de un «él»), con los codos recargados en una roca plana en medio del lago mientras examina un montón de chatarra vieja e inservible en la que nadie se interesaría. Mientras canta, la criatura (finalmente se da cuenta de que no se trata de una nereida, sino de un tritón) examina cada objeto con el mayor interés. Su cola desprende un esplendor hermoso bajo el agua cristalina; distintas sombras de azul refulgen donde piel pálida se convierte en escamas que inician en la cintura y dan pie a su larga cola: alrededor del centro, azules océano y Egeo cambian a tonos pizarra y piedra y finalmente a azul cielo; sólo sus aletas brillan con un hermoso azul ártico mientras se mecen suavemente bajo el agua. Damian se esconde tras una roca de tamaño considerable mientras sigue observando al tritón. Su húmedo cabello ondulado se adhiere a sus sienes, apenas por encima de sus mejillas cinceladas que titilan como diamantes bajo la pálida luz de luna.