¿Qué ocurriría si el cliché de enamorarse de la niñera se cumple, pero él no es el jefe, sino su mejor amigo?
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Adhara Özdemir McDougal es una chica que vive a base del carpe diem del día a día. No quiere complicarse mucho la vida, porque sabe que la vida se encarga de eso solita y, sobre todo, porque sabe que complicarlo significa sufrir y ella sinceramente ya está harta de ese sentimiento. Tiene sueños, metas y esperanzas, pero se intenta mantener con los pies en la tierra todo lo posible. Desenfadada, aventurera, de esas chicas que de tanta paciencia que desprenden pareciera que nunca se enfadan. Sin embargo, y como dicen por ahí, no se debe juzgar a un libro por su portada. Y ¡aish! Adhara tiene una afición por hacer eso mismo con la gente.
Porque, claramente, James Arthur Fitzwilliam Mason, con ese nombre de aristócrata del siglo XIX, es un hombre que saca de quicio a Adhara, le trae problemas: la saca de esa vida bohemia en la que ella quería vivir y morir tranquila para arrastrarla a la complicación, al subidón de la montaña y los bajones que también conlleva. El clásico arrogante, sarcástico y serio que tiene un je ne se qua que atrae a todo el mundo, como si de un imán se tratara. Y el chico lo sabe aprovechar a conveniencia.
¿Pero qué pasa cuando es el imán el que se ve atraído por el metal?
¿Qué pasa si ese chico calculador tropieza con una chica totalmente exasperante y devastadoramente impredecible?
Cuando Jana, una talentosa y apasionada arqueóloga, es elegida para un proyecto de exploración por el gobierno, no imagina que esta misión cambiará su vida para siempre cuando conoce al comandante Maximilian Hoffmann; el prometido de la mejor amiga de Jana, por más que intenten evitarlo la atracción se vuelve cada vez más insoportable entre ellos, mientras se embarcan en una peligrosa expedición que los hará vivir una aventura llena de mentiras, secretos y erotismo. ¿Logrará Jana evitar mezclar sus sentimientos y su deseo?