Louis Tomlinson, desde una temprana edad, tuvo la fascinación por ver sexo, especialmente el sexo gay. Al principio pensó que era algo normal, ya que se supone que todos pasan por esa etapa debido a las hormonas y demás.
Aunque Louis, con ya veinticinco años, está obsesionado, obsesionado con ver a alguien tocarse, con verse a sí mismo tocándose, ver que alguien lo toca, ver cómo usan su cuerpo.
Díganle como le digan: Louis sabe que tiene un problema.
Pero ese problema no es uno a tratar, le gusta tenerlo, le gusta tener sexo, le gusta ser usado.
Así que no es novedad que se pasee todos los viernes por la tarde por el sex shop, que los sábados vaya a algún pub gay a tener un revolcón con alguien que no verá nunca más, y que los domingos se quede todo el día acostado en su cama con un vibrador en su interior... oh y claro, cuando empieza la semana se pone peor. Porque Louis trabaja en el comité de abogados, él no es abogado, en realidad es más un triste y precario oficinista que se dedica a atender llamadas, enviar mails y no mucho más.
Aunque no se queja, porque tiene un salario increíble, y nadie realmente le presta atención.
Usa bolas chinas en su interior todos los lunes y miércoles, los martes un anillo y los jueves es su día de "reposo" ya que suelen ser los días que sus jefes tienen juntas, así que no puede hacer mucho más que estar parado junto a la cafetera y dándole algún que otro papel.
Y su vida se basa en eso, todo en torno al placer, y está bien. Todo está bien hasta que alguien descubre su secreto.
En la vida de toda persona hay un momento crucial, decisivo. Un momento tan fundamental, tan fuerte y nítido que uno se siente como si le hubieran golpeado en el pecho, dejándolo sin aliento, y sabe, con la más absoluta certeza, sin la menor sombra de duda, que su vida nunca volverá a ser igual.
En la vida de Harry Styles, ese momento ocurrió la primera vez que vio a Louis Tomlinson.
Después de toda una vida de ir detrás de omegas, de sonreír ladinamente cuando iban detrás a él, de dejarse atrapar y luego volver las tornas hasta ser el vencedor, de acariciarlos, besarlos y hacerles el amor, pero sin comprometer jamás su corazón, le bastó una sola mirada a Louis Tomlinson para enamorarse tan total y perdidamente de él que fue una maravilla que se las arreglara para mantenerse en pie.
Pero, por desgracia para él, el apellido de Louis continuaría siendo Tomlinson sólo treinta y seis horas más, porque la ocasión en que lo conoció fue, lamentablemente, una cena para celebrar sus inminentes nupcias con su primo.
Adaptación al libro de Julia Quinn "El corazón de una Bridgerton"