En los vibrantes años dorados del cine y la música mexicana, una historia de amor clandestina florecía en los rincones más oscuros de la escena. Luis Aguilar, el carismático galán de las películas rancheras, y Javier Solís, la voz profunda que encantaba a multitudes, compartían un amor que desafiaba los cánones de la sociedad de la época.
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