Epíteto a los solteros

Cuan dicha es que nadie nunca haya mostrado interés en tí, si bien sabemos que los seres humanos nacemos solos y morimos solos, siempre hay acompañantes en la travesía de la vida, que a veces nos acompañan en todo el trayecto, o sólo en determinadas estaciones, para detenerse en la siguiente parada, mientras tú sigues tu curso.
A día de hoy, nos encontramos con el mayor número posible de solteros, porque quizá en algún momento de la evolución humana, se nos olvidó el ser humanos, convirtiéndonos en objetos rotos de un sistema mecanizado, por la tecnología e inmerso en el maremágnum de la productividad. El discurso de la eficiencia, ha separado al amor, prostituyendo su significado a niveles irrisorios hasta convertir la palabra en una mera caricatura, confundiendo el amor con la conveniencia y el egoísmo de anteponer todo a nosotros mismos. Todo es evaluable, la racionalidad mató a la irracionalidad, el alma del amor, si no eres alto no impones, si eres feo no tienes derecho a dar tu opinión, porque no cumples el patrón dictatorial de la belleza impuesta socialmente, dando incluso el derecho de vilipendiar a dicha persona por no ser apta al paradigma ario establecido.
Penitentes almas solitarias, transitan una ciudad con un espejo a priori transparente en la superficie, pero opaco en su interior, sufriendo la injusticia de tener tan siquiera una oportunidad, por haber nacido diferente al resto o tener unas necesidades no comprendidas. La injusticia es de tal magnitud, que se exige a muchas personas al tener que cambiar su personalidad más introvertida, para siquiera tener una ínfima posibilidad, como consecuencia de las convenciones, los estándares sociales y el sexismo inherente impuesto en las relaciones humanas, tragicómica realidad edulcorada de una fachada brillante, pero vacua en su interior.