Muchos podrán pensar que mi vida fue privilegiada, pero no todo fue color de rosas para mí. Mi madre falleció cuando yo apenas tenía dos años, mi padre y mi hermano mayor no se sintieron capaces de criarme y me enviaron a un internado desde muy temprano para no tener que preocuparse por mí. Por suerte mi inteligencia era superior a la de la mayoría, el problema inicial con esto fue que me salté muchos grados, a los 15 años ya estaba en la universidad y a los 19 ya había terminado la escuela de medicina, pero por ser una "niña" no encajaba con mis compañeros quienes eran mucho mayores que yo, así que hacer amigos no se me hizo nada fácil.
Apenas nací fui comprometida en matrimonio, en el círculo social que se mueve mi familia es algo normal, así se cierran muchos tratos comerciales. Toda mi vida sabía que me tenía que casar con alguien que no conocía, pues realmente mi prometido era alguien que jamás había visto hasta que cumplí 18 años.
Lo conocí el día de mi boda, él era mayor que yo 8 años, no lo vi hasta que llegué al altar. Era bastante guapo, su cabellos oscuro perfectamente arreglado, piel blanca, ojos azules, facciones marcadas de hombros anchos y se podía ver a través de él un cuerpo muy bien trabajado, era bastante más alto que yo, quedé maravillada al ver un hombre tan perfecto lo único malo era que en su mirada podía ver que yo no era de su agrado. Yo era una niña delgada sin muchas curvas de piel bastante blanca, ojos grises y cabello oscuro, no me consideraba fea, de hecho muchos elogiaban mi belleza, decían que parecía una muñeca de porcelana, tenía una cintura pequeña y piernas largas era alta, pero no tanto. Después de la boda mi vida no mejoró a lo que anteriormente tenía en lugar de eso empeoró, tenía todos los lujos pero no tenía una familia. Cuando me casé pensé que podría tenerlo, pero no pude estar más equivocada.
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