Es el milenio 41 y la galaxia se encuentra en un tumulto de guerra y caos. Durante milenios el trono dorado ha mantenido con vida al emperador de la humanidad y el decadente imperio de la humanidad apenas ha podido mantenerse en contra de los ejércitos de la oscuridad. El credo imperial es fuerte en cada mundo donde haya un humano en la galaxia, pero toda religión sufre de sus grietas alguna vez, ante la desesperación de la gente los agentes del caos crecen a millones mientras juran a Nurgle, Khorne, Tzeentch y a Slaanesh. Ante este fervor religioso la eclesiarquia con fervor ha comenzando a cazar a estos herejes. Sin embargo desde sombras aún más oscuras religiones ya olvidadas han comenzando a surgir, en los fríos rincones de la galaxia surgen adoradores de antiguas prácticas ya olvidadas, en los mundos más salvajes y donde apenas llega la luz del Astronomicon han comenzado a surgir prácticas que las Adeptas Sororitas han comenzando a cazar sin fin. Muchos hablan enloquecidos y balbuciantes antes de que las balas de sus verdugos les atraviesen sobre "el regreso de los verdaderos dioses, más fuertes y antiguos que el propio emperador". Basta decir que el nivel de esta herejía es castigado de la manera más brutal posible. La verdad no se puede ocultar, con cada vez más hombres y mujeres abandonado la luz del emperador para adorar a estos demonios ocultos en las capas de un dios, con los nombres de Zeus, Odín, Ra y unos cuantos nombres ya olvidados siendo vociferados como uno por sus seguidores. Que la luz del astronomicon guíe a estos hombres, que en este futuro sombrío solo la fe podrá salvarnos.