Leonardo se quedó paralizado en el umbral de la puerta, sosteniendo la canasta con manos temblorosas. Dentro de la canasta, envuelto en una manta suave, yacía un bebé recién nacido, dormido plácidamente, ajeno al torbellino de emociones que se desatan en Leo...
En la sala, Leo estaba en su propia montaña rusa de emociones. Una carta, escrita con letra temblorosa, acompañaba al pequeño.
-¡No lo puedo creer! ¿Por qué? -susurró con voz temblorosa.
Raphael, el hombre al que amaba, le había ocultado un secreto devastador.