Fue un largo sueño que se sintió como toda una vida. Cuando Hazel Fuchs despertó una mañana lluviosa a los dieciocho años, su vida y sus ambiciones habían cambiado en una sola noche. La codicia que había crecido en su mente como una semilla podrida se detuvo repentinamente ante el miedo.
Lo que vio en ese sueño fue su propia muerte y la caída de la familia Kaisen, seguida por la suya propia como una polilla que se estrella contra la luz. En esa imagen final, murió como la cabeza de la familia, alcanzando la cima que tanto había deseado, a pesar de ser una simple sirvienta cuidando de sus amos. Este podría ser el sueño de cualquier cenicienta, pero si toda su vida se resumía a ese simple sueño, entonces estaba condenada. Entre el mar de secretos reflejados en las manecillas del reloj que seguían corriendo, había muchas preguntas sin respuesta.
¿Podría evitar su futuro arreglando su pasado? ¿Cuánta verdad había en un sueño? Pero, sobre todo, ¿Quién tenía las cuerdas que sujetaban sus muñecas y su destino?