Cuando la madre de Izzy la obliga a ir a la iglesia, lo que menos espera es encontrarse con Scarlett. Menos aún, que ella le siga la conversación. Pero lo hace.
Eso da pie al inicio de una relación en la que, poco a poco, se tejen silencios compartidos, miradas que dicen más que las palabras y gestos pequeños que terminan significando el mundo.
Ambas tienen signos de guerra que sus historias les dejaron, heridas que las persiguen y, de vez en cuando, las alcanzan. Pero cuando eso sucede, estarán ahí la una para la otra. Porque, aunque el amor no sea una cura para sanar, sí puede hacer que el dolor no se sienta con tanta intensidad.
Demostrando que alguien que en un principio no significaba nada -sólo otro extraño habitando el mismo mundo- puede volverse gran parte de tu todo. Otra razón para vivir.