12 Partes Continúa El parque olía a pasto fresco y a tierra mojada. Una brisa ligera acariciaba los árboles, haciendo que sus hojas susurraran canciones invisibles.
En medio del claro, donde el sol caía como un gran abrazo cálido, dos perros adultos observaban con ojos atentos y sonrisas contenidas.
-¿Crees que hoy sea el día? -preguntó la madre de Mackenzie, una perrita de pelaje gris y ojos brillantes de expectativa.
-Tiene esa mirada determinada -respondió su padre, un perro de complexión fuerte y pelaje oscuro, con una voz baja y llena de ternura-. Hoy, seguro que sí.
En el césped, tambaleándose como un pequeño barquito en un lago movido, Mackenzie trataba de levantarse sobre sus patitas. Sus orejas caídas temblaban ligeramente con cada intento, y su cola, corta y esponjada, daba pequeños latigazos de emoción.
El cachorro soltó un gritito corto, una mezcla de frustración y desafío.
Los dos padres contuvieron la risa, animándolo con palabras suaves:
-¡Vamos, pequeñín! -susurró su madre, dando una palmada en sus patas delanteras-. ¡Tú puedes!