Aidén nunca fue un héroe.
Su mundo, rodeado de muerte, no daba espacio para actos de bondad ni para sentimientos de ternura.
Él vivía en las sombras, liderando con puño de hierro un imperio que muchos temían y pocos comprendían.
Y él estaba en paz con eso.
Su vida no tenía lugar para complicaciones emocionales... o al menos, así había sido hasta el día que ella apareció.
Emma irrumpió en su vida de forma tan inesperada como un rayo en una noche sin tormenta.
El misterio de su pasado, esa desaparición de más de dieciséis años, la convirtió en una figura cautivadora y frágil al mismo tiempo.
Cuando la vio por primera vez, junto a su primo Lucas, algo en ella le desconcertó.
Parecía una persona atrapada entre dos mundos, uno que nunca había conocido y otro al que ya no pertenecía.
Asher pensaba que tenía una vida perfecta. Era el mejor en su equipo de hockey, tenía las mejores notas en la universidad y un grupo de amigos que parecían serle fiel.
Pero cuando conoce a Skye, la hermana de uno de sus mejores amigos cree que la chica está loca. Tiene una actitud tan dura que es difícil de romper y suele irritarlo todo el tiempo desde que se ha mudado a vivir con su hermano y él.
Y cuando los chicos del equipo le proponen que no conseguiría conquistar a alguien como Skye, lo ve como un reto que está dispuesto a jugar, una apuesta para conquistar el corazón de alguien como Skye es suficiente para que Asher acepte, pues es demasiado competitivo y no está dispuesto a perder su puesto en el equipo de hockey y pasarse el resto del año en la banca como le han apostado.
Sin embargo, a medida que conoce a Skye, Asher se da cuenta que la chica es todo lo contrario a lo que le ha tratado de demostrar, conquistarla no parece tan complicado como pensaba y el corazón de ella no parece ser el único en juego.