"𝘕𝘢𝘥𝘪𝘦 𝘴𝘢𝘣𝘦 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘵𝘪𝘦𝘯𝘦 𝘩𝘢𝘴𝘵𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘰 𝘱𝘪𝘦𝘳𝘥𝘦."
Era una frase sin sentido para Tsukishima Kei. Encontrarle valor a una cosa que pasó a ser inexistente sonaba para él como si algún día los cerdos pudiesen volar. Y manejaba de forma tranquila su vida hasta terminar atado en un matrimonio forzado con quien había sido su mejor amiga, a quien en algún punto de su adolescencia había considerado 𝘦𝘭 𝘢𝘮𝘰𝘳 𝘥𝘦 𝘴𝘶 𝘷𝘪𝘥𝘢. La imposición por parte de su familia, con la asquerosa excusa de que no era sano para él permanecer solo al igual que su hermano mayor, lo había llevado al estado más amargado de su existencia. Y aunque no objetó para no profundizar el problema, le disgustaba.
Verla a diario, después de romper las ligaduras que lo ataban a ella cuando tuvo la oportunidad, lo había llevado a duplicar su mal comportamiento y pagar con ella todas y cada una de sus rabietas hasta el punto de hacerla llorar aún sabiendo que no era la culpable, y aún así, Airi permanecía. Aún lo atendía, aún lo cuidaba, 𝘢𝘶́𝘯 𝘭𝘰 𝘢𝘮𝘢𝘣𝘢. No entendía por qué simplemente no podía gritarle y reclamarle por ser cruel; ella no lo hacía. Sólo miraba un lado y se atrevía a regalarle una falsa y fugaz sonrisa.
¿𝘗𝘰𝘳 𝘲𝘶𝘦́ 𝘴𝘦 𝘢𝘧𝘦𝘳𝘳𝘢𝘣𝘢 𝘢 𝘦́𝘭 𝘥𝘦 𝘧𝘰𝘳𝘮𝘢 𝘵𝘢𝘯 𝘥𝘦𝘴𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘢𝘥𝘢?
Y es que, separar a dos almas que fueron destinadas a estar juntas aunque el cielo caiga sobre el mar, es imposible.
Donde el corredor argentino, conocido por su facilidad para chamuyar, cae ante una chica Ferrari
Donde Julieta, sin querer, cae ante el argentino chamuyero