Mater Anna

1941... Fue en San Benito, un rincón de Argentina donde ni Dios ni el diablo se dignaban a mirar, que yo reinaba en el orfanato Manuel Antonio con la delicadeza de una garra de hierro. Pero, ¿qué importa? Los mapas nunca marcaban este lugar; allí la moral y la piedad eran lujos innecesarios.

Lo que relataré, no será más que mis memorias sobre Fabián y Tomás, dos jóvenes ingenuos, con más curiosidad que sentido común. Pobres criaturas que realmente pensaban que podían desentrañar los misterios de las "abundancias" del pueblo. Como si hubiera algo más fascinante que la cruda verdad. Pero, qué puedo decir, la vida siempre tiene una manera curiosa de devorar a los que insisten en hurgar donde no deben. Así fue como esos chicos descubrieron lo que debió permanecer enterrado, bajo capas de silencio y sacrificio. Pero, al final, solo estaban cumpliendo su destino. Porque, cuando te atreves a mirar la verdad de frente, solo encuentras lo que ya sospechabas: que la vida no es más que una excusa mal fabricada para esconder lo inevitable: la muerte.