El destino.
Supongo que todos lo conocemos, conocemos el término o, al menos, lo hemos escuchado alguna vez.
En mi opinión, es una mierda pero, para otros, quizás no suene tan mal, quizás no los haya tratado tan mal.
Jhuliya García estaba dispuesta a forjar su propio destino, no a seguir una que ya estaba creado por sabrá Dios quién. Ella tenía una vida estipulada, planes a futuro y métodos para cumplirlos en el presente.
Wyatt Green creía en el destino, en el hecho de que este nos dirige y guía nuestras vidas, él creía que, para llegar a su destino, debía de seguir su corazón. Y eso hacía, bueno, eso hizo.
La posibilidad de que estos dos se encuentren es de un 6%, no tienen nada que ver, sus vidas son completamente contrarias. Pero, cuando el destino tiene planes, estos se cumplen, sin importar que se interponga en el camino.
Una noche en Las Vegas cambia la vida de Nailea, cuando despierta casada con Alex Milani, un carismático piloto de Fórmula 1.
Lo que comienza como una farsa para evitar un escándalo mediático pronto se convierte en un torbellino de emociones, atracción y secretos.
Entre el brillo de los eventos de alto perfil y las sombras del pasado, Nailea y Alex deberán enfrentarse a sus diferencias y a una conexión inesperada que podría unirlos... o romperlos para siempre.