En el principio de los tiempos, cuando el mundo aún era joven y la magia fluía libremente por todas partes, nació un dragón poderoso llamado Izuku Midoriya. Este dragón, único en su especie, tenía escamas de esmeralda que brillaban como estrellas en la noche y ojos dorados que reflejaban la sabiduría de milenios.
Izuku Midoriya, conocido también como el Guardián Eterno, fue testigo del surgimiento de las primeras civilizaciones y del crecimiento de los vastos bosques. Con su inmenso poder, protegía el equilibrio natural del mundo, asegurándose de que la armonía prevaleciera sobre el caos.
A lo largo de los siglos, Izuku Midoriya se convirtió en una figura de leyenda, un ser venerado por todas las criaturas. Su cueva, ubicada en lo más profundo de una montaña ancestral, era un santuario donde solo los más valientes osaban aventurarse en busca de su sabiduría y consejo.
A pesar de su gran poder, Izuku Midoriya siempre mostró una profunda compasión por todas las formas de vida. Su corazón, tan grande como su poder, lo llevó a intervenir en numerosos conflictos, siempre en busca de la paz y el entendimiento entre las razas.
Con el paso de los milenios, el mundo cambió, pero Izuku Midoriya permaneció, un vigilante eterno que guarda la historia del mundo en sus memorias y su corazón. Sus leyendas continúan inspirando a generaciones, recordándoles la importancia de la sabiduría, la compasión y la protección del equilibrio natural.