Cuando sabemos lo que es para nosotros, debemos aferrarnos a ello, pues la vida de un cazador de demonios puede terminar tan rápido como un suspiro, tan veloz como un latido, tan efímero como una estrella fugaz. Es en ese corto lapso, cuando el aire se va de tus pulmones y la muerte te espera a la vuelta de la esquina que te das cuenta dónde yace el refugio de tu alma, y para ella, era completamente evidente, y es que, durante el peligro siempre veía esos ojos fucsias; Esos ojos que la obligaban a volver hacia ellos... A casa.