Los recuerdos son fragmentos de nuestro ser, ecos persistentes de momentos pasados que resuenan en el vasto y silencioso corredor del tiempo. Son las huellas indelebles que dejamos atrás, las sombras que proyecta la luz de nuestra existencia en el lienzo de la memoria.
Cada recuerdo es un susurro del pasado, un testimonio de la vida vivida. Algunos son dulces y luminosos, como los rayos del sol al amanecer, impregnados de risas, amor y momentos de alegría. Otros, en cambio, son oscuros y dolorosos, cicatrices que el tiempo no ha logrado borrar, pero que, de alguna manera, también nos definen y nos fortalecen.
Los recuerdos son poetas en nuestra mente, hilando versos de nostalgia y añoranza. Nos transportan a lugares y tiempos que ya no existen, permitiéndonos revivir los aromas, los sonidos y las sensaciones que una vez experimentamos. Son los guardianes de nuestra identidad, los constructores de nuestra historia personal.