11 parts Complete Desde el primer día que vi a Azul, algo en mí cambió. Ella no era como las demás, caminaba por la vida con una calma inexplicable, como si el mundo fuera solo un telón y ella la protagonista. Siempre observaba desde lejos, cautivado por su presencia tan serena, pero jamás me atreví a acercarme. Era como si yo estuviera atrapado en un constante correr detrás de algo que ni siquiera sabía qué era, mientras Azul parecía tener todo claro.
Nos cruzábamos, compartíamos sonrisas fugaces y saludos tímidos, pero nada más. Y aunque en mi interior sentía que había algo más entre nosotros, nunca pude hacer nada al respecto. Azul no solo era diferente a las demás, también parecía estar en un plano distinto al mío. Yo no tenía las respuestas que ella necesitaba, y el miedo al rechazo me paralizaba.
Con el tiempo, algo cambió. La risa que antes la caracterizaba se tornó más apagada, su mirada dejó de brillar con la misma intensidad. No entendía qué sucedía, pero algo en ella se estaba apagando, como si se estuviera desvaneciendo poco a poco. Y aunque mi corazón lo sabía, nunca le pregunté.
Ahora, al recordarla, me doy cuenta de que siempre la he llevado conmigo. No era solo un amor no correspondido, sino una conexión que nunca se materializó. La historia con Azul no tiene finales felices ni tristes, es solo el eco de lo que pudo ser. El amor, a veces, no se mide en lo que se tiene, sino en lo que guardas en tu corazón, aunque nunca se llegue a concretar. Azul sigue ahí, en cada rincón de mi mente, como una huella que no se borra, como un amor que nunca llegó a ser.