Quizás fuese la belleza de la luna sobre su cabeza, o quizás fuese por las delicadas caricias que el frío aire nocturno dejaba sobre su rostro, o quizás el apacible y oscuro cuerpo de agua debajo de aquel puente fuera el responsable de su aletargamiento con lo tranquilas que lucían sus aguas, que al igual que un espejo reflejaban a la luna y su delgada figura apenas sujeta a la barandilla de aquel puente, famoso entre otras cosas, por la cantidad de personas que cada cierto tiempo saltaban desde el para poner fin a sus miserables vidas, sin importar las razones que tuvieran para ello... Razones que ella finalmente comenzaba a comprender ahora que su espíritu finalmente se había desquebrajado por completo.
Adora siempre había podido enfrentar todos y cada uno de los problemas en su vida con su férrea voluntad y determinación, pero esta vez había rebasado su limite hasta el punto en el que solo quería terminar terminar con todo.
- ¡Wow, un suicidio en vivo! -Dijo repentinamente una voz a su lado sobresaltándola y obligándola a agarrarse con fuerza para no caer por error y arruinar la idealización del momento que estaba viviendo- ¡Que suerte! Es raro pescar estas cosas en el momento justo.
Entre sorprendida e indignada a la vez, volteó al lado del que provenía aquella voz femenina e impertinente, encontrándose con una mujer de tez trigueña, largo y alborotado cabello castaño oscuro y ojos de colores diferentes.
- ¿Qué no ibas a saltar? -Habló de nuevo aquella mujer resaltando lo obvió mientras sonreía con sorna- solo no vayas a tardar mucho que tengo una agenda ocupada.
- ¿Disculpa? -Ahora si que esta indignada.
Un encuentro, una verdad, una mentira y una decisión que para bien o para mal terminaría por sellar su destino de una vez por todas.