Las casualidades son algo extraordinario. A veces hacen que te toquen tesoros, otras la oportunidad de convertirte en héroe y otras, menos comunes, hacen que te salve del ataque de un monstruo justo /ese/ aventurero en concreto que sólo piensa en monstruos y comérselos, ese en el que, por mucho que lo intentas, no eres capaz de dejar de pensar y fantasear y, para más sorpresa, también consigue que acabéis los dos en una zona segura, solos y empapados. En fin, la suerte es de quienes la buscan y las oportunidades de quienes las toman. Y Kabru no iba a ser menos...
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