Ella era de colores; vivía rodeada de brillos y luces de neón, adrenalina pura preparada con constancia para explotarla en cualquier momento.
La otra chica era algo más dispar a ella; gris, sin ningún motivo por el que brillar en su día a día, y si en algún caso lo hacía, ni siquiera la importaba.
Ambas conocieron el amor esa misma noche. Aquel día se unió el bien y el mal, la suerte y la desgracia, la luz y la oscuridad, el día y la noche...
Pero había algo en lo que nadie había caído en cuenta. Y es que si juntabas al sol con la luna, el sistema solar se desequilibraría y todas esas gamas de color, estrellas e incluso mundos que habían creado, explotarían y se reducirían injustamente a nada.
Supongo que el amor a veces era injusto, eso díselo a nuestra amada Rossie y a nuestra querida Cassie, que ambas protagonistas lo conocieron y vivieron en sus propias pieles. Enlazándose en una historia de romance y caos, de destellos cruelmente apagados.