-¿Me recuerdas? -aquella pregunta, un hilo de voz, apenas un susurro, podría jurar que ni la había escuchado, pues el viento parecía haberse llevado aquellas palabras en un instante.
-¿Debería? -pregunté, observándola con desdén.
-Suki... -susurró, fruncí el ceño al instante. Sus manos descansaron sobre mis mejillas, obligándome a ver sus profundos ojos grises, inundados con las lágrimas que amenazaban con salir-. Soy Nyoko... -susurró nuevamente, como si con saber eso la reconocería, como si no fuera una maldita extraña molesta-. Tu... tu novia.
Una risa sarcástica salió de mí mientras la alejaba de un manotazo. Sus ojos se abrieron con sorpresa, como si no lo esperara. ¿Es una maldita loca? ¿Quién se cree esta extra que viene aquí y me pregunta si sé quién es? Está completamente desquiciada si cree que seguiré su jueguito, aunque probablemente no esté bien de la cabeza.
-Me estás confundiendo con alguien más -traté de mantener la compostura, no podría explotar aquí de repente ya que ni siquiera tenía ánimos para levantar la voz-. No voy a seguir tu estúpido juego, así que ve en busca de una persona que no tenga nada que hacer.
Intenté irme, pero su mano tomó mi muñeca. Cerré los ojos con fuerza, intentando recobrar la poca paciencia que me quedaba. Por mi mente pasó que en un simple movimiento la acabaría, pero simplemente estaba demasiado cansado como para hacer algo, así que me zafé de su agarre y seguí con mi camino.
-¡Bakugo Katsuki! -gritó con una rabia audible, como si fuera un instinto mis piernas dejaron de moverse. Sus sollozos eran lo único que se escuchaba en aquella habitación-. ¡No puedes olvidarme después de decir que me amas, imbécil!
Mi cabeza se movió un poco, como si quisiera voltear, pero no lo hice, dirigiéndome directamente a la enfermería.
-Tsk -chasqueé la lengua-. Los malditos extras cada vez queriéndose ganar más protagonismo -suspiré con rabia-. Esa maldita
━━━