La cafetería de la calle Bakers se jactaba de servir el mejor café de la ciudad, o al menos así lo aseguraban los periódicos. Era un local pequeño y modesto, con una decoración de maderas y azulejos que evocaba épocas pasadas. Fundada en 1848, la cafetería había sido establecida por los abuelos Brunilda y Gustavo, quienes llegaron a Nueva York en busca de mejor comida, fortuna y, sobre todo, atención médica. Brunilda padecía una extraña enfermedad que le provocaba tos con sangre de vez en cuando, un mal que en su tierra natal solo se conocía como una maldición. Copyright © 2018 Laura Montalbán Mas. Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.