Mabel quería dinero, una casa propia y felicidad. Aceptó entrar al mundo de juegos de Rever Arcade para buscar al hermano perdido de alguien, con la promesa de volverse ridículamente rica al terminar. Sin embargo, no esperaba acabar siendo dueña de una casa embrujada que sangraba por las paredes cuando se enojaba, atendiendo un negocio acosado por un duende y siendo más pobre de lo que jamás había sido, a pesar de estar rodeada de excéntricas armas milenarias. Oh, y también se equivocó al pensar que lo más peligroso en su vida sería barajar el ingreso obligatorio a los juegos con atender a la gente más rara y espeluznante que llegaban a su puerta con los pedidos más quisquillosos que hubiera escuchado jamás. No, lo más peligroso era el hombre con máscara de ciervo que ella misma recogió de uno de los juegos, creyendo ingenuamente que era una pobre alma sin hogar. En su defensa, su disfraz de jovenzuelo desvalido era muy bueno. - Santa mierda - maldijo Mabel al ver la cabeza de un hombre rodar por la alfombra de bienvenida de su negocio. - Mabel... - El tono de advertencia era gentil y familiar, pero la persona que lo decía era un extraño para ella. ¿Desde cuándo su amable y de buen temperamento secretario se había convertido en este guerrero sangriento? ¡Incluso su color de cabello era mentira!
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