Leí en algún lado que cuando un escritor se enamora, la persona siempre quedará en su mente, en sus escritos. Seguirán viviendo entre letras.
Lo creí un poco idiota, ¿Para que negarlo? Escribo desde que tengo memoria, y antes de conocerlo nunca me había enamorado.
Pero cuando lo miré esa noche, con la mirada en el atardecer de Madrid, sus ojos oscuros brillando, esa media sonrisa, joder, lo creí, no, mejor dicho, lo supe.
Supe que todos mis libros siguientes iban a hacer de esa sonrisa, serían de ese perfil etéreo. Cada jodida letra de mi corazón saldría por él.
El hombre que me hacía perder la respiración, y ni siquiera me había dado cuenta. Lo supe, cuando me miró, y ese brillo era para mí.
Lo supe en cuanto agarró mi mano entre la suya, cuando me dio el beso más tierno del mundo.
Estaba perdida, perdida entre páginas, y todas eran sobre él.
Una novela de Evelyn Ross
¿Se puede reprimir un sentimiento para toda la vida? En diferentes direcciones, Maia y Damián lo intentaron.
Ella se enamoró a primera vista. Él en un momento de debilidad.
Una noche que parece ser cualquiera su historia toma un rumbo inesperado, siendo así, ambos se verán con la obligación de quitarse las máscaras; sus direcciones se unirán convirtiéndose en una sola y las infinitas dudas se interpondrán en el camino, ¿se puede dejar el miedo a un lado y continuar?
En alguna parte leí que si tienes miedo, aún así deberías hacerlo. Sin importar el resultado, por muy difícil que sea arriesgarse.
"Lo intentamos" suena mucho mejor que un "¿qué habría pasado si se hubiese intentado?".