En los tiempos remotos, cuando los dioses jugaban con los hilos del destino y los héroes se convertían en leyendas, vivió un guerrero cuyo espíritu no conocía límites.
Este guerrero era Asura un semidiós traicionado por aquellos a quienes una vez llamó hermanos, libró una guerra solitaria contra los mismos dioses que habían condenado a su familia y a su honor.
Al final de su vida, tras enfrentar a la entidad suprema del universo, Chakravartin, Asura cayó en una última batalla, con su ira y su voluntad brillando como un sol moribundo que se negaba a apagarse.
Fue entonces cuando ocurrió un fenómeno extraño y único en este mundo y eso fue que el espíritu indomable de Asura, incapaz de disolverse en el vacío, se cristalizó en una fruta maldita por el mar, destinada a transmitir su voluntad eterna a quien la encontrara.
Una fruta única teñida de un rojo profundo y marcado con extraños patrones, como espirales, que parecían arder con un fuego interior.
Esta fruta al ser consumida, concedía al usuario una transformación incompleta, pero majestuosa, en el mismo guerrero Asura, invocando su inmenso poder y su forma icónica de múltiples brazos.
Quien la comiera no solo recibiría una fuerza sobrehumana y una resistencia que desafiaría los límites mortales, sino que también heredaría la capacidad de canalizar una ira pura y poderosa, capaz de desafiar incluso a los dioses mismos.
Esta ira, sin embargo, no era ciega, sino que surgía en defensa de los oprimidos y de aquellos que buscaban justicia, resonando con la voluntad original de Asura.
Pero, como con todas las frutas del diablo, había un precio a pagar: el usuario sentiría el peso de la eterna lucha de Asura en su propia alma, una llama constante de venganza y honor que nunca podría apagarse del todo.
El poder de la "Hito Hito no Mi, modelo: Asura", no era simplemente una habilidad, sino una maldición y una bendición, un legado del guerrero que había desafiado a los dio