Existe una teoría que propone que al menos nos enamoramos tres veces a lo largo de nuestra vida, se llama "la teoría de los tres amores" y cada uno viene acompañado de una enseñanza distinta:
El primero es Ingenuo, iluso e inocente en su totalidad, es la suma de las primeras veces y las primeras mariposas en el estómago. Es sin dudas el más puro de todos.
El segundo es Aflictivo, doloroso y desgarrador, aparece para rompernos y para enseñarnos el significado de reconstrucción, es aquel que a pesar de su calvario hubiéramos deseado que permaneciera una vida entera a nuestro lado.
Y en el último suspiro de desilusión llega el tercero de forma imprevista, es el que cura tus heridas y simplemente te hace feliz, aquel que tan solo con sus formas desrompe tu corazón roto.
Asher, el pequeño que con su inocencia me regaló mis primeras formas de amor y las primeras mariposas en el estómago.
En los primeros años de relación me mostró que la vida podía llegar a ser un arcoíris de hermosos colores brillando a toda intensidad, pero con el paso del tiempo nuestras almas crecieron y pronto chocaron con una realidad completamente distinta, puesto que en el centro de aquel arcoíris prevalecían nubes oscuras en total soledad conformando una tormenta de colores grisáceos y oscuros a punto de descender.
Una tormenta que me condenó a vivir en un monocromatismo constante, una tormenta que me aferro a una idea del amor muy distinta a la mía, una tormenta que me sentenció a romperme en mil pedazos.
Y aunque al final un arcoíris necesita de las gotas de lluvia para hacerse presente, el tercero llegó de forma imprevista y me enseño que ella no hace falta, pues hay personas que llevan el sol dentro y tan solo con su sola presencia iluminan todo. Me demostró que la vida puede llegar a ser magnífica, una montaña rusa de emociones hermosas le llamaba él y que un arcoíris posee siete colores brillando de principio a fin, sin ninguna intervención en su c
Las votaciones del año 2036 son algo que no me emociona, ya que los candidatos, a mi parecer, no valen la pena, en especial Alejandro Villanueva, aquel chico que se burlaba de mí por mi sobrepeso y al que ahuyenté cuando decidí defenderme. Mi encuentro con él y mi comentario imprudente en la fila para votar es el inicio de una propuesta que no puedo rechazar, así como tampoco puedo negar la profunda atracción y el inmenso deseo entre los dos.
De la noche a la mañana me he vuelto la futura dama y también he descubierto que soy la obsesión del presidente.