Todo comenzó en un pequeño pueblo en las afueras de Florencia, donde los campos de trigo dorado ondeaban con la brisa veraniega. Un extraño polvo negro descendió del cielo, cubriendo los cultivos y envenenando el aire. Los primeros en sucumbir fueron los más debiles, sus cuerpos se retorcieron en espasmos antes de finalmente quedar inmóviles. Sin embargo, la paz de la muerte no les duró. Unos días después, los cadáveres comenzaron a levantarse, sus ojos vacíos y sus bocas abiertas en un grito sin fin. Así nació una nueva plaga , los muertos vivientes que devoraban todo a su paso, arrastrando consigo a aquellos que una vez fueron sus seres queridos.
En medio del caos que se apoderaba de las calles de Florencia, donde los nobles abandonaban sus palacios y los campesinos huían aterrorizados, dos almas destinadas a encontrarse vagaban entre las sombras. Angelo, un joven de cabellos dorados y ojos verdes como el jade, había sido un guerrero al servicio de los Médici, su fuerza y valentía eran bien conocidas en la ciudad. Su estatura imponente y su porte atlético le habían permitido sobrevivir cuando otros caían, y ahora vagaba por las ruinas, buscando cualquier signo de vida.
Por otro lado, Dante, un humilde aprendiz de pintor, luchaba por mantenerse vivo. Su cuerpo más pequeño y de complexión mediana no estaba hecho para la guerra, pero su astucia y velocidad lo habían salvado en más de una ocasión. Su cabello era castaño, y sus ojos marrones, oscuros como la tierra húmeda después de la lluvia, reflejaban el miedo y la desesperanza que sentía. Mientras se escondía en los restos de una iglesia, escuchó un sonido que le heló la sangre: un gruñido.
El zombie se acercaba, con pasos torpes, y Dante, atrapado contra una pared, sintió que el fin estaba cerca. Cerró los ojos, esperando lo inevitable, cuando de repente un fuerte golpe resonó. Al abrirlos, vio a Angelo, su espada manchada de sangre negra, y el cuerpo inerte del zombie a sus p
La humanidad quedó devastada después de la activación del virus Ananké, todo aquello que nos volvía seres racionales murió lenta y dolorosamente.
Ahora él camina entre muertos vivientes y sobrevivientes esclavos del miedo. Demasiado egoísta para proteger a alguien más, cuando sabe que es cuestión de tiempo mantener su cordura intacta. De encontrar a alguien como él, podría ser su fin.
►Los personajes no me pertenecen, son total y completamente propiedad de Masashi Kishimoto, yo solo utilizo sus nombres y personalidades para crear esta historia sacada de un rincón excéntrico de mi cabeza.