Castiel no se consideraba la persona más observadora del mundo. Más que nada porque la vida de los demás, mientras no interfiriera con la propia, no le importaba mucho. Aún así, incluso él notaba un patrón cuando veía uno, y el patrón que regía su vida era la regla de tres: las cosas, buenas o malas, vienen en trios.
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