Siempre pensé que la universidad sería solo un paso más en mi vida, una estación de tránsito hacia algo más grande. No esperaba encontrarme atrapado en un laberinto de pasillos, donde el orgullo y el pasado se entrelazan en cada esquina. Si hay algo que he aprendido en estos últimos meses es que no se puede huir de las cosas que realmente importan. Las relaciones, los viejos sentimientos, y las nuevas conexiones que creía inofensivas han empezado a pesar más de lo que esperaba. Hay quienes dicen que basta un solo momento para cambiar una vida; en mi caso, fue una mirada. Ahora me encuentro intentando descifrar si el camino que he elegido es realmente el que quiero seguir, o si estoy dejando que mi orgullo me guíe por un sendero que me aleja de lo que más deseo. En última instancia, lo que más me asusta no es lo que pueda encontrar al final de este camino, sino lo que podría perder en el trayecto: la oportunidad de ser realmente quien soy, sin las barreras que he construido para protegerme.