Era una noche de verano cuando se conocieron en una cafetería en el centro de la ciudad. Sus miradas se cruzaron y supieron que algo especial había sucedido. Se llamaban Maria y Andrés, y desde ese momento, su conexión fue instantánea. Sin embargo, el destino tenía otros planes. Andrés debía regresar a su país natal, al otro lado del mundo, mientras que María se quedaba en la ciudad para terminar sus estudios. A pesar de la distancia, decidieron luchar por su amor. Se comunicaban a través de llamadas, mensajes y videoconferencias. Cada día, compartían sus pensamientos, sueños y miedos. La distancia los hizo más fuertes. Aprendieron a apreciar cada momento juntos, aunque fuera virtualmente. Se enviaban regalos y cartas, y se hacían sorpresas para mantener la chispa viva. Un día, Andrés le propuso a Maria que se reunieran en un lugar a mitad de camino. María aceptó, y después de meses de espera, finalmente se abrazaron en un aeropuerto de Europa. Fue un reencuentro emocionante, lleno de lágrimas y risas. Se dieron cuenta de que su amor había crecido aún más en la distancia. Después de esa reunión, decidieron que no importaba dónde estuvieran, siempre encontrarían la manera de estar juntos. Y así, su amor a distancia se convirtió en una historia de amor sin fronteras.