Un objetivo secundario de su viaje a Río era echar un polvo. Oikawa se imaginaba llevando a un jugador de voleibol profesional de cualquier país a su habitación de hotel, impresionándolo con sus conocimientos de voleibol, echando un polvo estupendo y apareciendo cuatro años después y dejándolo boquiabierto. No debería ser Kageyama. No debería ser Kageyama. Ni siquiera quiere follar con Kageyama. Pero entonces su cerebro presenta una imagen de este nuevo Tobio, toda su torpeza adolescente despojada, desmoronándose bajo la polla de Oikawa, y piensa que podría cambiar de opinión.
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