De repente son las cuatro de la mañana, con los pies descalzos y una camiseta tres tallas más grande te diriges hacia la terraza, al ver una estrella fugaz te das cuenta de que tienes todo lo que pudieras desear; tienes un hogar, una vida que muchos envidiarían, unos amigos maravillosos, la vida te sonríe. Sin embargo, ese deseo llega de inmediato a tu mente; Desearía que estuvieras aquí, y que entrelazáramos nuestros dedos como si fueran nuestro mayor tesoro, que uniéramos nuestros labios como si intentáramos leernos el uno al otro. Cierras los ojos con fuerza y dejas ir un suspiro. Algo brilla en un lugar oscuro de la habitación, es él: "Son las cuatro de la mañana y no puedo dejar de pensar en ti. Te quiero, enana, estás en todos mis pensamientos."