Los seres humanos siempre hemos sido egoístas y ambiciosos. Desde el comienzo de la civilización misma nunca se dado la importancia de prestar atención al mal qué somos capaces de realizar solo por el hecho, el simple hecho, de alcanzar algo.
Destruimos ciudades, pueblos, vidas, por el objetivo de tener algo, de alcanzarlo.
Por esa misma llama ardiente y tortuosa cuyo nombre se le atribuyo a la codicia, los seres vivos han utilizado, usado, tomado, exprimido, cosas que no sabemos de dónde vienen, como llegaron a nuestras manos o si están limpias de cualquier pecado.
¿Que es ese algo que hay que alcanzar con ferviente emoción?
Las personas le han colocado tantos nombres, propósitos, finalidades, destinos. todos tan materialistas y vacíos como sus propias almas.
¿Pero y si al final del día. Ese algo, vive dentro de nosotros?
¿Cómo llego allí? ¿Porqué? ¿Con que propósito se toma el cuerpo y alma de alguien sin permiso y se forja su destino?
¿Con quién hay que hablar para cambiar el destino?
¿Con quién hay que hablar para limpiar nuestras lágrimas y callar nuestros lamentos?
¿Con que hay que hablar para despojarnos del pensó que crece sobre nuestros hombros?
¿Con quién hay que hablar para tallar nuestra felicidad?
¿Con quién hay que hablar para dejar de ser Un elegido del Olimpo