Tenían unos dos años vigilándola, cuidándola y alejando cualquier peligro que amenazaba con dañarla. Ella era suya, nadie podía hacerle daño. Y, si lo intentaban, las consecuencias serían inimaginables. Solo ellos sabían sobre su existencia, claro está, que siempre le dejaban claro a su gente que muy pronto su princesa llegaría.