"No me arrepiento de nada..."
Esas fueron las últimas palabras del rey antes de perder la cabeza en la guillotina hace tres años. El reino de Lazarus cayó ante la revuelta de los ciudadanos aliados del nuevo imperio del norte. El rey de tan solo dieciséis años, Kariel Lazarus, conocido por toda su gente como el "Príncipe del mal" por sus temibles actos, dos años después de esa rebelión y su posterior encarcelamiento, sin juicio o un juez, el pueblo lo condenó a morir públicamente. El tiempo pasó y los sirvientes y aliados del rey caído fueron llevados a trabajar como esclavos a diferentes nobles alrededor de todo el imperio.
Pero el sirviente más leal de aquel tirano, fue obligado a servir al mismísimo emperador de hierro, un hombre frío que por una enfermedad desconocida quedo desfigurado y ocultaba su rostro con una máscara de hierro, el mismo hombre que conquistó y ayudó al pueblo contra la tiranía del príncipe del mal, el hermano de dicho sirviente...Sin embargo, dicho sirviente era muy amable y servicial a pesar de su situación, mostrando siempre una sonrisa y torpeza en su trabajo.
¡Buen día, alteza! ¿Qué le gustaría comer hoy? -Preguntó el chico risueño de ojos brillantes-
Es de noche todavía...
Ouh...
¿Cómo llegamos a esto?